¡Si todos fueran como yo!

"NUESTRA TRAGEDIA ME PROVOCA RISA" Un venezolano por dentro

18.09.2014 14:14
"NUESTRA TRAGEDIA ME PROVOCA RISA"
 
Un venezolano por dentro
 

Esta es una historia que podemos calificar de "Llover sobre mojado", en la cual se retrata la manera de pensar y sentir del venezolano actual. Quizá, algún día, podamos adquirir conciencia sobre nuestras acciones como individuos y como sociedad. Cuando eso ocurra, entonces tal vez podamos transformarnos en un verdadero país, en una verdadera nación orgullo de todos los venezolanos.

(Como no todo puede ser negativo, puedes disfrutar de los vídeos enlazados)

 
— ¡Bien! –exclama el hombre medianamente satisfecho–, ya que nos pusimos de acuerdo con el trabajo de reparación que quiero que hagas en mi cacharrito, entonces hablemos de costos:
— ¿Cuál es el costo de ese trabajo? ¿Cuánto me vas a cobrar? –pregunta el cliente
El encargado del taller enciende su computadora mental y efectúa los correspondientes cálculos de las variables que debe llevar todo buen presupuesto que se precie de ser serio: costos, mano de obra, materiales, transporte, acarreos, desayunos, almuerzos, cenas, cervezas, cines, probabilidades de lluvia y cita con el médico.  Y en menos de lo que canta un gallo, lo tiene listo, impreso y editado. Luego dice, como restándole importancia al asunto:
— ¡Ese trabajo le saldrá en exactamente en más o menos tres millones y medio de bolivarianos! Tal vez un poco más. Si quiere que use pintura de primera calidad, le saldrá exactamente como un millón más. ¡Usted dice!
Nuestro amigo, José Antonio Viva Lapepa, el dueño del automóvil objeto de la negociación, acusa el impacto que le produce el monto del presupuesto mental que le ha presentado el encargado del taller de latonería y pintura, por lo que su rostro adquiere cierto tinte dramático. El hombre está perfectamente consciente de que su coche, con sólo un año de uso, todavía luce en excelente condiciones. Un instante después, reacciona y expresa su queja:
— ¡Coño, vale! ¡Te estás afincando durísimo! ¿Por qué tan caro?
El otro replica:
— ¡Usted sabe cómo está la vaina de cara! ¡No es culpa mía! ¡Los repuestos están por las nubes!
El encargado o propietario del taller guarda silencio mientras observa con mirada neutra el rostro del acongojado cliente. –Éste realmente no sabe si está negociando con el propietario del taller o con un empleado del mismo–.
Mientras el cliente medita unos segundos sobre la conveniencia de dejar su automóvil en ese taller o buscar otro sitio más económico para realizar el trabajo de repintar el coche que sólo presenta algunos pequeños rayones en algunas que otras partes de su carrocería, el encargado, veterano en estas lides de regateos, simula perder interés en el negocio y comienza a ordenar unas herramientas que están  colocadas perfectamente en su sitio. Luego, se introduce en un coche y manipula algunos comando del mismo constatando su buen funcionamiento. Mientras realiza estas operaciones, el encargado del taller no pierde de vista, ni un instante, la actitud del potencial cliente. Ésta le indicará si debe bajar el precio a convenir o mantenerlo a toda costa.
Unos momentos después, el cliente se decide:
—Bueno, está bien. Voy a dejarte el auto. ¿Cuánto tiempo te tardarás en repintarlo y dejarlo como nuevo?
— ¡Ese trabajo se lleva exactamente como un mes, tal vez un poco más! ¡Pero yo trataré de tenerlo listos antes!
Y como si sirviera de consuelo, ofrece:
— ¡Cualquier cosa, yo le aviso!
— ¿Y por qué necesitas tanto tiempo si el auto no tiene nada qué reparar?  ¡Sólo unas pequeñas rayas aquí y allá! –inquiere el cliente angustiado ante la posibilidad de no contar con su amado vehículo durante ese lapso de tiempo.
— ¡Es que primero debo terminar estos coches que están antes que el tuyo!
— ¿Y no te lo puedo traer en cuanto vayas a meterle mano? ¡Así no me quedo  de peatón durante tanto tiempo! –alega el cliente con cierto sentido común.
—Yo tengo que tener el vehículo aquí para ir trabajándolo con tiempo. Mire que del apuro sólo queda el cansancio –alega el encargado con una sonrisa en los labios.
— ¡Bueno, está bien!
Ahora el hombre del taller da la estocada final:
— ¡Tiene que cancelar el 50% del costo del trabajo por adelantado!
 
Más tarde,  poco después del mediodía, José Antonio charla animadamente con su gran amigo Juan Pachanga, quien al saber el costo de la repintada del automóvil de su compañero de juergas y parrandas, inquiere:
— ¿Y por qué no lo llevaste al taller de “Melao de caña”? ¡Él te lo hubiese repintado a un precio más económico! ¡Ese tipo es una mamy blue, como dicen los gringos, para cobrar!
El otro, interesado, pregunta:
— ¿Y dónde tiene el taller ese carajo?
—En la carretera de El Guayabo. Antes de llegar a la encrucijada hay una vía a la derecha. Te metes por allí y ruedas como 5 kilómetros. Antes de llegar a la curva hay un portón azul desteñido. Bueno un poco más adelante. Junto a un letrero que dice: “Chávez y el gocho son los mismos burros mochos”.  Un poco más allá hay una mata de mangos verdes. ¡Ahí es la vaina!
José Antonio, quien ha tratado de seguir las indicaciones de su amigo, dice, un tanto preocupado:
— ¡Esa vaina como que queda muy lejos! ¡Mejor me quedo tranquilo!
— ¡Pero es que ese carajo es un tiro al suelo, mano! –Exclama Juan Pachanga–. ¡Ese tipo es un machete arreglando carros!, e insiste:
—Si no le llevas el bicho a ese jodedor,  no sé…  ¡es que te patina el güiro, pana! ¡A ti lo que te gusta es una pollka
— ¡A mí lo que me da arrechera es los talleres son unos ladrones, pana! ¡Por cualquier mariquera te quieren cobrar una pelota de real!  ¡Son unos ladrones corruptos esos bichos! ... ¡Su madre! –dice, enojado, José Antonio.
— ¡Bah! ¡No le pares bolas a eso, que los billetes se consiguen facilito! ¡Con tres o cuatro contenedores  que les des salida en el puerto, levantas el dinero y aún te queda para unas cuantas frías!
— ¡Bueno, eso sí es verdad! –reconoce José Antonio, mientras continúa devorando el delicioso asado que tiene en el plato.
Después de unos momentos en silencio, el hombre pregunta:
— ¿Qué tal  están tus mariscos?
— ¡Esta mierda está del carajo! ¡A vaina pa sabrosa, estos bichos! ¡Están riquísimos! –responde el otro.
De pronto, José Antonio, inquiere:
— ¿Y cómo vas a hacer para no ir a trabajar hoy en la tarde? Recuerda que hoy es jueves y es día de audiencias en el departamento donde estás chambeando. ¿Qué piensas hacer con el gentío que debe estar esperándote?
— ¡Ah! ¡No le pares bolas a eso! ¡Qué se jodan! ¡Que vengan la semana que viene!
Juan Pachanga continúa comiendo y de pronto, aún con la boca llena de comida, pregunta:
— ¿Quién coño va a estar pensando en trabajo y en deberes con ese par de mujeres que nos están esperando para ir al show del tal  EmilioLovera 2013 ~ Stand Up? ¡Esas bichas lo que están es bien buenas!
El hombre termina de tragar el bocado de alimento y limpiándose la boca con el extremo de la corbata, exclama:
— ¡La vida es una sola, men! ¡Y hay que disfrutarla al máximo! Además, esta vaina no va a durar toda la vida y hay que aprovechar las oportunidades. ¿No crees tú?  ¡Los perros chismosos que se vayan a echar vaina pa otro lado, mano!
José Antonio Viva Lapepa, asiente con la cabeza y sonriendo exclama:
— ¡Tienes mucha razón, compinche!  ¡Los enfermos que se vayan con el poder de su escala pentatónica a joder a otro lado. O mejor dicho, ¡que los enfermos se vayan a la porra que el hospital se cayó!
Ahora ambos hombres celebran la vida fácil que les ha tocado llevar a cuestas. El primero de ellos dice:
—Si mi jefa me pregunta que en dónde estaba, le digo de frente: ¡Mira mi amor, yo vengo de un novenario rezando por ti porque a pesar de que eres fea pero te quiero!  ¡Y con eso resuelvo el asunto!
Y concluye diciendo:
— ¡Entre bomberos no nos pisamos la manguera! ¡Ella sabe cómo es todo! ¡A la verga, que pa eso soy zuliano!
 
 
 
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